Todos, de una u otra forma hemos escuchado hablar del Cascanueces. Esa figura arquetípica que nos traslada a Navidad. Escuchamos su marcha en algún lugar mientras hacemos compras y hay algo, una épica, una reacción nostálgica que nos hace empatizar con su figura.
Esa sensación, una extrañeza lógica-si se permite el oxímoron- se vivió en el Concierto del Cierre de Temporada de la Orquesta Filarmónica de Sonora. La obra de Tchaikovski viajó en el tiempo y en el espacio para presentarse en el Teatro del Cobach Villa de Seris y sonar con la fortaleza y la virtud de los músicos sonorenses.
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