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In vivo: Las sombras de la melancolía


 

Segunda llamada. La Galería Eusebio Kino de la Casa de la Cultura está en una oscuridad absoluta. Una silueta de mujer cruza la cortina. Es una sombra. Tercera llamada. Los espectadores somos una especie de animal nómada, recorremos la soledad de la galería a oscuras.

“In vivo” de Alma Cristina Vásquez Bátriz es una experiencia sensorial inigualable. Articula una historia tan bella como íntima a partir de la creatividad y los recursos visuales que da el teatro de las sombras. “In vivo” es la construcción de la melancolía. La construcción de una historia que no ocupa de las palabras para trascender y transmitir: el juego de luces y sombras, las siluetas perfectamente diseñados, el uso de la música- un jazz que parece salido de la mente de Coleman Hawkins o la canción del artista multidisciplinar Samora Pinderhugues, ‘Masculinity’-.

“In vivo” es algo que quizá no tengamos palabras para describir. Alma Cristina va trazando su historia como una artista itinerante que lleva sus lámparas (de colores) a cada escenario que ha montado: Vemos un hombre tomando alcohol, entramos a su cabeza, recorremos sus relaciones de pareja, a su amor, el destierro, la pérdida. Otra vez, la melancolía de la resistencia. No es sencillo construir una historia y una ambientación de tanta belleza sin decir una palabra. Los espectadores nos involucramos ahí. Escuchamos el soliloquio de la canción de Samora Pinderhugues como una pista. Pero es el apartado visual lo que envuelve e hipnotiza. La oscuridad y la luz se conjugan para construir el relato. Para edificar esos puentes que nos tiende Alma Cristina para dejarnos llevar en la penumbra. Es dramaturgia de la imagen. Viajamos hacia el corazón y el alma de la artista y sin mediar palabra, sentimos. Sentimos las ganas de llorar, de expresar, de contenernos. Sentimos el dolor de las pérdidas, de las ausencias, de todos aquellos que ya no están, y aquellos que estando, tampoco están.

Dice el mito fundacional que el teatro de sombras surgió en China después de que el emperador Wudi, tras la muerte de su amada Li, quedó devastado. Tras estériles intentos de su corte por reanimarlo, fue una sombra, azarosa, la que hizo reencontrarse con su amada. Y es que las sombras son el eco de nuestras vivencias, de lo que fuimos o lo que reprimimos, como decía Carl G. Jung. Las sombras somos nosotros sin saberlo. “In vivo” es la arquitectura de esa melancolía. Un espacio ajeno a la lógica del tiempo donde nos descubrimos.