• Instituto Sonorense de Cultura

  • 01 (662) 212 6570 y 01 (662) 212 6572
  • direccion@isc.gob.mx

Crónica del país de nuestra señora de las nubes


¿Existe una nostalgia más caprichosa y tormentosa que la creada por la tierra, por nuestra tierra? Por la idea que nos hacemos del lugar donde vivimos y que luego por temas políticos, sociales, económicos o hasta culturales tenemos que abandonar. Escribía el autor norteamericano John Dos Passos en su titánica “Manhattan Transfer” (una lúcida obra coral que nos sitúa en el auge de Nueva York en los años 20’s, potenciada por la migración) “Podéis arrancar al hombre de su país, pero no podéis arrancar el país del corazón del hombre”. Esa cita o aforismo, según se mire, es la que permea en la obra “Nuestra Señora de las nubes” de Multicultural Sonora, bajo la dirección de Dettmar Yáñez que iluminó la segunda fecha de la Muestra Estatal de Teatro 2022.
Dos personas se encuentran en un espacio que no es el suyo, en una especie de limbo filosófico, para descubrir que ambos, provienen del mismo lugar: El país llamado “Nuestra señora de las nubes”. A partir de ese encuentro, fortuito y caótico, ambos empiezan a reconstruir, desde su memoria, pasajes encantadores, pero también tortuosos y siniestros. Descubrimos que se trata de un país desigual, machista y misógino, anclado en tradiciones anacrónicas que no deberían tener cabida en el presente. Los dos personajes debaten dialécticamente, desde una riqueza verbal y la evocación de escenas que relatan el centro mismo de ese país (tan ficticio como hirientemente real).
A través de ese punto, los espectadores vamos desenmarañando esas historias casi fundacionales del país: Vemos a Don Tello subastar a su hija por el miedo a que se quede solterona (hay un miedo casi irracional a la soledad), a Memé, el tonto del pueblo, causar un desastre con rumores-o verdades que se ocultan- de que en el pueblo todos son hermanos (producto de Don Tello y su hija), o a Angélica, esposa del director de la Orquesta, Renard, consumida por sus ganas de atención.
Estas historias, rememoradas por la pareja de exiliados que se encuentran tienen un denominador común: el peso de la nostalgia provocada por el exilio. A través de un humor potente y lacerante, de conversaciones, en principio absurdas, encuentran la catarsis, sus miedos más recónditos (la soledad, el abandono, la nostalgia). El mito que construyen alrededor del país de Nuestra señora de las nubes parte de la memoria, ese artefacto luciferino que nos hace ser humanos; sus semejanzas son marcadas con el país de las últimas cosas de Paul Auster, un lugar donde el absurdo es el relato hegemónico.
Por cerca de 80 minutos, los espectadores somos testigos de este espacio de evocación en la mente de dos exiliados. Porque el dolor se combate con humor y el olvido con la memoria.