Cuando se habla de exposiciones colectivas, automáticamente, la primera palabra que viene a la mente es “fragmentado”. Porque el ejercicio de la pintura es algo tan humano como individual. El teórico de la filosofía analítica Roger Scrouton-pese a su talante ideológicamente conservador- sostenía la tesis de que la experiencia estética era, ante todo, lo que nos hacía comprender al otro: empatizar con el otro. Entonces: cada exposición colectiva es avisorar un fragmento del otro-en este caso del autor- para tratar de comprendernos. La noche del 15 de marzo, la Galería Eusebio Kino fue el receptáculo de la exposición de la Academia Atelier “Sincronías cromáticas”. Una exposición que ejemplifica la potencia del arte, el poder de su mensaje, lo terapeútico
Cada cuadro, óleos en su mayoría, es una invitación a sumergirnos en esos procesos de aprendizaje de artistas en ciernes, cada uno con sus técnicas, con sus trazos, con sus fuerzas, sus pulsiones y sus pasiones. Retratos de mujeres melancólicas que dan la vuelta para no mostrar la totalidad de su rostro, paisajes bucólicos que encierran una añoranza, o mejor dicho, una nostalgia indómita, rostros de animales que simbolizan la libertad, pinturas que parecen encapsular la experiencia del ser humano: las crisis a las que nos enfrentamos. Desde la teoría pictórica se construyen mensajes, se sintetizan sentires. Hay alegorías y diatribas, simbolizaciones y literalidades. Hay hongos con ojos que remiten al surrealismo, hay reinas egipcias que se muestran en todo su esplendor, herederas de Nefertiti.
Hay fragmentos de los autores y es tarea de quien observa, adentrarse a conocerlos.
