Boletín ISC No. 352/ 29 de noviembre / 2014: Austeridad, transparencia y buen gobierno
Carlos Sánchez
¿Qué ocurrirá ahora?, es la pregunta que ronda antes de tercera llamada. Ya con la escenografía en la mirada, ante los colores tenues del rojo sutil que se adhiere a los sentidos. Con armonía.
¿Cuál será la historia?, es la interrogante que se pasea entre las butacas, cuando la jaula en el escenario que contiene un libro, algunas hojas de papel, nos guiña la inquietud.
Afrodita: historias en femenino plural es la propuesta escénica, actoral, discursiva, de Rosa Vilá, dentro del programa Íntimamente teatral que coordina Instituto Sonorense de Cultura, y se desarrolla en Teatro Íntimo Xicoténcatl Gutiérrez de Casa de la Cultura de Sonora.
La música: un tren constante que se asoma con insistencia. Y provoca entonces el movimiento de la actriz que de a poco nos lleva hacia una historia, dos historias, los muchos misterios que se construyen desde la palabra.
Palabra. Esto es. El cordón umbilical de Afrodita… Desde la palabra ocurre la tragedia: una mujer que transita hacia el acantilado, arrojo de la violencia desde su padre. Vendrá después la historia de esa mujer esqueleto. Aquí el espectador se dirige hacia la mar, un cayac es ritmo, búsqueda de la tierra fría, el cielo gélido. Allí la mirada del los asistentes se activa desde la imaginación.
La cadencia es un monólogo. Cuán contundente resulta el cuerpo cuando se deja guiar por las notas de una canción. La fortaleza es un manifiesto constante en la humanidad, la creatividad de Vilá, la actriz. ¿Y su baile? ¿Y el dominio escénico? Uf.
Con esos recursos de utilería, solamente los necesarios, Rosa nos convoca a las imágenes que nos hacen, a propuesta suya, soltar los músculos, relajar el dorso, encontrar otra vez en la chistera la palabra como un tren hacia la emoción.
Aquí una tortuga que por nombre lleva Clementina es la analogía de la manipulación, el abandono, incluso la indiferencia desde su pareja que es el tortugo Arturo.
Esta cápsula que ocurre en la arena, allí donde la fauna es una coreografía de sonidos y colores, en voz de la actriz, propone la reflexión, y la conclusión será, otra vez, el agandalle de quien ejerce el poder en la casa: un macho.
Clementina en escenario es una artesanía de palofierro, Clementina en nuestra imaginación es una tortuga real que abandona su caparazón y rompe la barrera del desamor. Clementina, desde entonces, no para su andar. Quizá un día la topemos por ahí, y tal vez aprovechemos la oportunidad de invitarla a bailar, como bien sugiere la Afrodita.
Aquí la elocuencia, en este trabajo escénico – juglar, todo juega aparentemente a ser divertimento. Y lo que subyace de vez en vez nos pone en riesgo de también visitar las lágrimas. Porque, dicho irónicamente podría sonar hilarante el acontecimiento de la violencia contra una dama dentro de un elevador. Pero, ¿y lo subyacente? ¿Lo que se dice sin decir? También de incomodidad, de dolor, se ríe.
Aquí, en Afrodita: historias en femenino en plural, están las dos tres, cuatro o cinco historias que proponen, cierto, el divertimento, la risa, porque la inteligencia priva en el recorrido. No obstante, también durante todo el curso de la puesta en escena, la crítica es un dardo sutil debajo de la butaca que nos hostiga con el filo de las palabras.
Las palabras que, cita Vilá, retomó de Isabel Allende, Eduardo Galeano, Gioconda Belli, Silvina Ocampo, Pablo Albó y Adela Turín.
Y qué sorpresa la del espectador al encontrarse ¿vulnerable, firme, triste, feliz? en ese espejo como metáfora que Afrodita nos pone en la mirada, la nuestra.
Y qué sorpresa, porque en el umbral del final una canción se asoma y puede que también nos dé por bailar.