La Triple Producciones
El teatro sonorense tiene años que dejó de ser la repetición de los lugares comunes de un regionalismo que, si bien, identitario, ya no respondía a las demandas de los talentos emergentes. Así han surgido propuestas tan varipintas como interesantes que van del teatro documental a la sátira, de los monólogos hechos en el fuego del teatro posdramático al teatro que colinda con el absurdo.
“Cadenita de muertos” de La Triple Producciones es una obra que surge de una premisa atractiva: estamos ante un pequeño grupo- entre lo burocrático y lo godínez- de la postvida (que es en sí un eufemismo para la muerte) de almas que han muerto y que se encargan de decidir quién vive y quién no. Podríamos pensar en un escenario emanado de la creatividad sin límites de Foster Wallace, con esa crítica brutal al capitalismo desde una sátira rebelde: la caída de la muerte a manos de las dinámicas del neoliberalismo, de la privatización de lo más esencial. Así nos abre “Cadenita de muertos”: estamos en el backstage de la grabación de una especie de video introductorio de una empresa fantasmal. Ahí están los tres protagonistas, almas en pena a las que su muerte les resulta como un acertijo, como una sensación de confusión en la que no hay mayor respuesta.
Cuentan, con una mezcla de cinismo e ingenuidad, cómo han maquinado esos laberínticos mecanismos para lograr su cometido-que no es otro que asesinar- sin el fondo entender porqué lo hacen. Y sin embargo, en cada una de sus tribulaciones y disputas que parecen salidas de un costumbrismo de oficinismo, se van resquebrajando esas grietas que nos cuentan sus pasados: la chica de familia aristrocrática con la vida económicamente resuelta, el señor de mediana edad que se suicida y la mujer con una vida tan problemática como compleja. “Cadenita de muertos” sirve como un estudio de las pulsiones de la naturaleza humana que se construye desde un guón ágil y con destellos de comedia negra.
