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La soledad de las ballenas


El director Jorge Cuchí vino a Hermosillo para presentar su ópera prima, ganadora del Festival Internacional de Cine de Morelia

Retratar a una joven pareja de adolescentes no es fácil. La adolescencia es, quizás, la época más compleja para retratar en el cine por la brecha generacional, la complejidad de las emociones de los jóvenes -caóticas y sin aparente lógica- o la tentación de caer en cierto paternalismo -cuando no directamente moralismo-. De ahí el mérito de la película 50 (o dos ballenas se encuentran en la playa) de Jorge Cuchí.

El director puertoriqueño estuvo en Hermosillo, junto con la protagonista sonorense Karla Coronado y Juan Manuel Toledano. Para presentar su ópera prima en la Cineteca Sonora, en una iniciativa del Instituto Sonorense de Cultura en conjunto con el Instituto Sonorense de la Juventud.

“50 (o dos ballenas se encuentran en la playa)” es una película cruda, que cuestiona y plantea reflexiones más que dar respuestas. Una historia que pudiera definirse como un thriller nihilista, o una versión (más) oscura, mórbida y posmoderna de Romeo y Julieta.

Jorge se basa en una noticia que captó su atención en 2017: la alerta de un juego viral que consistía en 50 retos y cuyo último reto era el suicidio.

“Estaba en mi casa y salió la noticia de la ballena azul, que es un juego viral y crearon la dinámica del suicidio. De ahí empecé a pensarlo, a darle vueltas y finalmente mezclaba dos temas que me interesan mucho:  el suicidio entre adolescentes y los juegos virales. A partir de ahí se detona la historia, dos jóvenes que se conectan emocionalmente y van cumpliendo los retos”, relata el autor.

Es su ópera prima y su perfil es curioso, Jorge construyó una carrera en el mundo de la publicidad, aunque el ser cinéfilo le dio atajos para enfrentarse a este lugar como creador. Para ello, se acercó a Catatonia Films, con quien ya había trabajado para spots publicitarios. La película es un producto de cine independiente -en su concepción más pura-, Jorge mantuvo la libertad para construir su historia y fue construyendo sus personajes como los iba sintiendo.

“Me basé más en la memoria. Nunca me desconecté de la gente joven porque vengo del mundo de la publicidad. El hecho de la fascinación de estas cosas tan efímeras, es una desolación, el mundo no les ofrece nada, es un thriller nihilista. La negación del todo. Recurren a retos donde esperan a ver qué pasa, está la conclusión de que el mundo no les ofrece nada y eso es lo más grave. El suicidio de los jóvenes es el final, pero tenemos que irnos más atrás, ver los porqués. Muchos creen que la solución es quitarles el internet, pero el internet no es bueno ni es malo, pedir eso es como pedirle a los arquitectos que hagan edificios chaparritos para que no se tire la gente. Hay fuertes llamados de atención a los padres. En la película las figuras maternas y paternas son como los adultos en Charlie Brown, hay una ausencia ahí, una incomunicación, una barrera que es difícil sobreponer”, explica Cuchí.

Félix y Elisa, los dos protagonistas de 50, se enamoran, pero el amor en condiciones de falta de control emocional, puede ser un catalizador de violencia. Ambos protagonistas son impulsados por una pulsión de muerte -como lo diría Bataille-, su despertar emocional, sexual, intelectual se da en un marasmo de soledad, de incomprensión, de negación al proyecto de vida que el sistema les propone. Poco importa que ambos sean clasemedieros, privilegio en este país, a ambos los persigue un fantasma aislacionista, cínico y nihilista. Podría decirse que por el acto final -el dilema de si van a cumplir el reto 50 o no- son herederos del romanticismo, del sturm und drag. Quizás ambos secuestrados en algún verso de Novalis, o imitando al joven Werther. Pero dista de ello. El suicidio no se hace, como los románticos, por la desdicha amorosa, por el contrario, hay una realización de que se aman. Los impulsa el vacío, el hastío y la abulia. Encontramos en la película de Cuchí un retrato solemne de las diferentes visiones que atraviesan a la sociedad: La violencia intrafamiliar, la sociedad hipertecnificada, la sociedad del cansancio, la erosión de las relaciones sociales y familiares, el abandono y por supuesto, la soledad.

“A mí no me interesaba dar respuestas o caer en lo moralino, me interesa mucho generar reflexiones, cuestionamientos, yo no quiero dar una respuesta, quiero que la gente salga de la sala preguntándose cosas”, finaliza el director.