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La noche de los sueños


Álamos, Sonora; a 19 de enero de 2024.- Un sueño es, en última instancia, la refinación poética de un deseo. Entonces, un sueño puede ser una profecía, una promesa que espera ser cumplida. La primera noche de la edición 39 del Festival Alfonso Ortiz Tirado (FAOT) trajo consigo un concierto con la capacidad de convertir el Palacio Municipal en un espacio onírico, un espacio en el que la música se convierte en la vértebra que alinea los sueños individuales de los espectadores y convertirlo en un sueño colectivo. ¿Los culpables? La soprano surcoreana Hera Hyesang Park y el pianista mexicano Andrés Sarre.

 

Previo al concierto, en rueda de prensa, la soprano encargada de inaugurar el FAOT 2024 relató, con una inocencia contenida, dos cosas, La primera, un sueño: Soñaba que estaba un verano en un paisaje que debía ser México y ella estaba ataviada en un vestido blanco de seda; un ser misterioso se acercaba a donde ella estaba y misteriosamente su cuerpo empezaba a brillar. Una multitud de personas se congregaban alrededor suyo y sacaban sus celulares para verla brillar. Ella descendía a un río y bajo la corriente calmada del cuerpo de agua, ella podía respirar. La segunda cosa que contó suena más a una frase poética dicha por un oráculo que pasa su sabiduría en acertijos laberínticos: “Los oídos olvidan. El corazón, no”. Como un aforismo de un Emile Cioran alternativo. Quizá como un axioma que trasciende nuestra comprensión del presente.

Un presente en el que vemos a Hera Hyesang Park salir en un vestido blanco con lo que parecen ser murmullos escritos: un lenguaje para que descifremos el sueño en el que estamos a punto de embarcarnos (y que es en realidad una fragmento de una carta de su natal Corea del Sur). Las manos virtuosas de Andrés Sarre inicia el concierto y la voz de Hera empieza a esbozar su talento: Lascia chi’o pianga del Rinaldo de Gerorge Friedrich Händel. La sutilidad y cierta desesperanza se mezcla con la belleza y potencia de la voz de la soprano. Le sigue Una voce poco fa, una de las arias más icónicas de la obra El Barbero de Sevilla de Rossini. Aquí Hera desplega todo su arsenal no sólo como soprano sino su encanto como intérprete: lúdica y desenfadada, se pasea por el escenario con la gracia de quien se sabe que ha cautivado enteramente a su público. Esta aria, inmortalizada por María Callas sirve para que empecemos a definir y adentrarnos en el universo personal de Hera Hyesang Park y vayamos descubriendo más pistas sobre el sueño en el que estamos.

Hera, una de las sopranos jóvenes con mayor proyección en la escena operística internacional, interpretó, bajo la dirección de la gran artista del performance Marina Abramovic, la obra Las siete muerte de María Callas; entonces, esa virtuosa presencia en el escnario con el que se desenvuelve derrama una teatralidad embriagadora que alimenta esa ensoñación colectiva en la que estamos. Canta arias de Gounod captando la inherente ligereza del estilo de éste, también interpreta la pasional Chanson espagnole de la obra Les filles de Cádix de Léo Delibes y un aria de la opereta Giudetta del autor austrohúngaro Franz Léher (quien fuera maestro de la gran María Grever).

El repertorio seleccionado por Hera Hyensang Park y Andrés Sarre nos ha llevado a diversos confines históricos de la ópera y el bel canto para después aterrizar en las canciones que de una u otra forma están instaladas en nuestro consciente colectivo: LA interpretación que hace de Kiss me again (Mile modiste) o de Speak Low (Kurt Weill) es el preámbulo para lo que viene. Te quiero, dijiste de María Grever encuentra en la voz de la soprano surcoreana una nueva dimensión; un embrujo recorre el Palacio Municipal, una voz capaz de alcanzar el corazón de todos. Es el turno de El día que me quieras, de Carlos Gardel. Infinitamente interpretada, en todos los estilos, pero que esta noche parece como si fuera la primera vez que la escuchamos. Al final del concierto, nos ofrece dos canciones, ambas bellísimas: una canción de su tierra (una work song) que se mimetiza con los sonidos de las aves y una canción dedicada a Dios. Ha sido una noche pasional y emotiva, bellísima y profunda. Hera es una artista que parece haber desanudado el proceso dialéctico: tesis- antítesis y síntesis; capaz de hacer fluir todas sus tensiones: a su prodigioso talento le ha sumado un academicismo y una precisión vocal maravillosa al mismo tiempo que se adueña del escenario y ofrece un performance pasional; a la majestuosa interpretación de arias complejas y retadoras de las piezas icónicas del repertorio operístico le contrapone el alma y soul de las canciones populares; al eurocentrismo musical le responde con las canciones de las raíces de su pueblo.

Al final, aquella frase que relató en rueda de prensa se convirtió en realidad: Hoy hemos escuchado con el corazón y el corazón no olvida.