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Que no descubran tu nombre


Que no descubran tu nombre” es una de las obras más bellas de Antares Danza Contemporánea. Surge de una interpretación libre de Romeo y Julieta, la obra shakespiriano por excelencia, y que su arquitectura coreográfica la convierte en una experiencia donde no hay respiro.

Como toda obra de Miguel Mancillas, “Que no descubran tu nombre” se construye desde una estética visual inusitada y su reflexión sobre el amor se va desemarañando a través de las complejas secuencias que van construyendo los intérpretes. Al principio de la obra suena esa canción tan bella como minimalista que es “Vrioon” de Alva Noto y Ryuchi Sakamoto (recién fallecido). En esa melancólica calma se va desarrollando el cuento que teje “Que no descubran tu nombre”.

Vemos a los bailarines pasar de un lado a otro, abrazarse, distanciarse, desfallecer. El amor. Las vicisitudes del amor. ¿Podremos definir esa lógica trágica del amor? Uno de los motivos subyacentes más estudiados de esta obra icónica de Shakespeare es la juventud. Esa vitalidad casi irracional de que parece acarrear. El escritor polaco Witold Gombrowicz hizo de ésta temática su obsesión para construir su obra. La intersección entre la juventud y el amor, como dos pulsiones caóticas pero destinadas a encontrarse. En “Que no descubran tu nombre” parece seguir ese mismo derrotero. La inabarcable capacidad de movimiento que tiene la coreografía, como un continuum indaga en esa reflexión. Llega el primer respiro.

La segunda parte de la obra se convierte en un escenario acrobático. Y ahora parece que el tiempo va en reversa. La correlación entre cuerpo y cuerpo se va deconstruyendo y sin embargo, está la fuerza creadora del amor: los giros, las argucias estéticas van cimentando un cuerpo estético que quita el aliento. Apoyados en una iluminación en penumbra, las escenas que crea Antares hacen recordar, invariablemente, a las pinturas del período renacentista: esos contrastes de luces con cuerpos que desfallecen pero que imprimen de sentido al canon del cuerpo, su belleza, su flexibilidad. Está también ese sello distintivo de la compañía: el movimiento infinito y demandante. El probar los límites del cuerpo y transmitirnos su belleza.

Es el cierre del Festival Un Desierto Para la Danza y no pudo tener mejor despedida que con una obra que encierra la belleza de la danza contemporánea.