• Instituto Sonorense de Cultura

  • 01 (662) 212 6570 y 01 (662) 212 6572
  • direccion@isc.gob.mx

Musas, ninfas y sátiros


Si nos dejamos llevar por la literalidad, encontraremos en la obra de David Ozuna un juego de representaciones donde enuncia algunas de sus temas recurrentes: La mujer, la imposibilidad del amor, la provocación,el pasado y el erotismo. También veremos la construcción de personas que encajan en los arquetipos que nos ha legado la mitología griega y que han trascendido hasta nuestros días: Musas, ninfas y sátiros, personajes que van intrínsecamente ligados,

 

Y sin embargo, hay algo más en cada una de las obras de Ozuna. Los retratos de cada uno de esos arquetipos se orquestan desde un espacio que no entra en lo dionísiaco ni en lo apolíneo, sino en lo melancólico. Nuestra mirada recorrerá la nutrida exposición y veremos que el gran denominador común es el desnudo. El eros que uno, prejuiciosamente, lo asocia con lo lúdico, con el morbo, con la espectacularización moderna de la hipersexualidad. Y sin embargo, nuestra mirada se congela porque sufrimos una regresión: ni las musas, ni las ninfas y ni los sátiros -éstos como agentes de caos, de perversión y de provocación- caen en los clichés del erotismo moderno. Por el contrario.

 

La obra de David Ozuna resalta no sólo por su preciocismo estético, que denota un maravilloso dominio técnico y una versatilidad al alcance de pocos, sino que lo hace desde una voluntad discursiva: el erotismo que propone el autor-construido no desde el desnudo sino desde lo que él desea mostrar y sobre todo, no mostrar: llamativa la desproporcionalidad de las manos y los pies de sus musas y ninfas- habita una concepción aristotélica y posteriormente medieval que relata con belleza el filósofo Giorgio Agamben en su obra “Los fantasmas de Eros”, es decir, el eros siempre tiende a lo melancólico y a lo trágico.

 

Entonces: encontramos en cada uno de los cuadros esas tensiones a primera vista irresolubles: La intimidad de las musas, marcadas por su desnudez, expuestas a nuestra mirada vouyerista; a la exuberancia y volupté del cuerpo, el intimismo espiritual que se percibe en sus gestos. Al ludismo y espíritu caótico de los sátiros lo antagoniza la representación pasiva que el autor hace de ellos. A la ligereza de las ninfas, la densidad de la pincelada de Ozuna. Al anonimato de los personajes que habitan la obra, el secreto autobiográfico que atesoran entre ellos. Cada obra es un diálogo en espera de ser iniciado por quien los observa.

 

Las musas, las ninfas y los sátiros, fieles a su condición mitológica, son seres que aparecen y desaparecen en sus propios cuadros, que capturan el espíritu cromático de su creador y que están a la espera de ser observados.