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De Sonora para el mundo: Arturo Chacón y Ángel Rodríguez inauguran #ElOrtizTirado


Reza un dicho que “Nadie es profeta en su tierra”. Y hasta cierto punto puede ser cierto, sin embargo, esa frase no aplica para el tenor sonorense Arturo Chacón-Cruz, que, en compañía del pianista cubano Ángel Rodríguez, iluminó la inauguración de la 38 edición del Festival Alfonso Ortiz Tirado.

Cierren los ojos, sientan con sus pies el suelo y dejen llevarse por las emociones, los sentimientos” fueron las primeras palabras del tenor. Se trataba de un aviso a navegantes-nosotros, el público- de lo que íbamos a experimentar: la madurez vocal de un tenor de nivel mundial que nos llevó de la mano al “backstage” de las historias que, fantasmalmente, habitan las piezas musicales. Es en esa voluntad pedagógica donde Arturo Chacón-Cruz empieza a mostrar los pequeños gestos de que es dueño del escenario. Sutilidad y naturalidad.

Y de pronto: su voz: “Recondita armonía” de la ópera Tosca de Giacomo Puccini. Una historia de amor, de intriga, de sospecha, donde el pintor Cavaradossi pinta un cuadro de María Magdalena, pero que a sus ojos, sólo puede ser su amada, Tosca. Sigue una aria con tintes cinematográficos-antes de que el cine hiciera su aparición: cosas del ingenio de Puccini-: “Ch’ella mi creda” de La fanciula del West-donde aparece un personaje llamado Sonora, los primeros pasos de la incipiente globalización-. La voz de Chacón-Cruz embelesa, hipnotiza. Tenemos que recordar sus palabras: “Cierren los ojos y dejen fluir las emociones”. Sigue un aria de Georg Handel y otra vez Puccino con el “Nessun Durma}2, de la ópera Turandor, donde el pianista Ángel Rodríguez queda en soledad en el escenario para brindarnos una interpretación de virtuosismo al alcance de muy pocos. A partir de ahí, el repertorio empieza a ganar una levedad y un ludismo que hace sonreír a la propia noche: Canciones italianas: “Musica proibitia” (que es la historia de un joven que le canta a su enamorada pese a las prohibiciones de su madre), “Marechaire”, de Francesco Paolo Tosti, una canción de belleza arrebatadora dedicada a una playa napolitana y “L’alba separa dalla luce l’ombra”, también de Tosti, que epitomiza a la perfección ese espíritu napolitano: siempre festivo, siempre celebrando, bellísimo en todo su esplendor,

Después del intermedio, sin embargo, Chacón-Cruz y Rodríguez aterrizan en Latinoamérica para brindarnos un broche de oro emotivo, profundamente amoroso-o desamoroso- según se vea: De Carlos Gardel a Astor Piazolla (y con ello un homenaje maravilloso al tango); de Manuel María Ponce a Agustín Lara (¿qué hay más mexicano que eso?) y de Gonzalo Roig a Osvaldo Farrés y su himno de la incertidumbre y la esperanza que es “Quizás, quizás, quizás”.

Arturo Chacón-Cruz y Ángel Rodríguez dejan inaugurado el Festival Alfonso Ortiz Tirado. Lo hacieron desde un repertorio pasional, arrebatador, sentido; lleno de historias universales.