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Broadway, Hermosillo.


El concierto de la Orquesta Filarmónica de Sonora del Instituto Sonorense de Sonora ofreció un concierto en el que cualquier adjetivo no le haría justicia.

La música es ese lenguaje subversivo y alternativo que nos da infinitas probabilidades. La música es también una máquina orgánica capaz de transportarnos a cualquier época y cualquier lugar del mundo sin siquiera movernos. El jueves, la Orquesta Filarmónica de Sonora presentó su Gala de Ópera y Broadway, un concierto maratónico que dimensiona el maravilloso virtuosismo de los músicos que conforman la Orquesta dirigida por el maestro Héctor Acosta.

Si la imaginación nos permitiera materializar nuestros pensamientos, la noche de ayer nos daría como resultado un raro fenómeno de transmutación donde Hermosillo se convirtió en un apéndice neoyorquino, en un distrito de Broadway, pero también de los grandes teatros centroeuropeos de la época decimonónica. Sería enternecedor pensar que ayer la música nos mantuvo bajo un embrujo y una extrañeza atemporal y vivimos en carne propia una de las heterotopías que describía Michael Foucault. Inmersos en ese lugar real en el que se yuxtaponen espacios incompatibles, que, en apariencia, solamente podrían estar juntos en la literatura. Broadway en Hermosillo suena como una premisa absurda y, sin embargo, ayer lo vivimos,

La Gala empezó con la primera parte del programa enfocado a la ópera. Cesia Moroyoqui toma el centro del escenario e interpreta “Regnava nel silenzio”  de la ópera Lucia di Lammermoor. De G. Donizetti. Quizá su obra cima, la voz de Cesia nos transporta a ese momento donde Lucía le cuenta a Alisa, su sueño sobre una niña asesinada. Es una pieza bella y melancólica que nos pone en la piel de ese amor frustrado y el ideal trágico del romanticismo. Siguió el turno de Ernesto Ochoa, tenor sonorense que fue premiado con la medalla al Talento Joven en el pasado Festival Alfonso Ortiz Tirado. Él interpreta “Pourquoi me reveiller” de la ópera de Werther de J. Massenet. Su voz encierra ese dilema de la historia que paralizó a los jóvenes europeos, el sacrificio -su vida- al no poder estar con la persona a la que se ama. Si bien la obra de Massenet matiza la historia de Goethe, la voz de Ernesto Ochoa nos detona esa angustia, ese “Sturn und drang”.

El escenario es ahora de la soprano Margarita Estrada. “Pleurez pleurez mes yeux” de la ópera “Le cid”, también de J. Massenet. Ahí tenemos los cantos orales más famosos de la historia-o al menos uno de los más famosos, juglares incombustibles- llenos de ese herosimo y epicidad, beligerantes y honorables. Previo a eso, el dueto de Ernesto Ochoa y Cesia Moroyoqui, como un duelo bellísimo de voces que en el plano acústico pronto se convierte en una sinfonía coral.

Llega el intermendio. Y si antes la OFS hizo un recorrido histórico por la ópera y ese academicismo brillante, ahora llega el turno de la cultura norteamericana y esa mezcla cultural y espectacular de Broadway. Nueva York en Hermosillo.

Y qué mejor forma que empezar con El fantasma de la Ópera de A. Lloyd Weber, quizás el creador más mediático de la industria. “All I ask for you”, interpretada por Regina Escobosa y Humberto Oviedo congela el tiempo y la sangre.

Le sigue “Memory” de Cats, interpretada por la bella voz de Margarita Estrada. En un laberinto urbano, la voz arrulla y ronronea. El público parece no respirar y sólo se activa cuando la música se detiene. Entonces la música de palmas suena.

Regina Escobosa interpreta “Somewhere” de “West side story”, otra de las obras más icónicas. Obra que hace una interpretación libre de Romeo y Julieta y sitúa a la pareja en un ambiente urbano, con diferencias raciales y disputas entre “bandas” en el Nueva York de los años 50’s.

La música de la OFS es la representación de esa máquina humana de la que llegó a teorizar el filósofo Martín López Correidora. Cada nota, cada pieza, cada obra, es el alegato maravilloso de que la música es la expresión más pura de la humanidad, y también la idea de un colectivismo sin fisuras: Cada integrante de la OFS suma para la arquitectura diseñada por el maestro Héctor Acosta.

Finalmente, el turno al popurrí de “Les miserables”. “On my own”, interpretada por Maribel Escobosa y una voz tan educada como bella. No puede haber mejor punto final a otra noche mágica en el Teatro de la Ciudad.