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Una tarde de piano romántico en el Ortiz Tirado


 

Álamos, Sonora, 26 de enero de 2023.- El piano romántico tuvo su momento en el museo costumbrista de Álamos con el concierto de piano dedicado a la memoria del compositor austrohúngaro Franz Liszt (1811-1886), mismo que corrió a cargo de virtuosos estudiantes de la licenciatura en música de la Universidad de Sonora.

En este recital destacaron piezas como Il penseroso o la Balada número 2, dignas exponentes de la estética romántica del siglo XIX, destacaron por su temperamento, fuerza y dinamismo al momento de su interpretación, reflejando la fuerza y juventud de los concertistas.

Esta naturaleza se debe al topico “Sturm und Drang”, movimiento artístico alemán iniciado durante las últimas décadas del siglo XVIII que anuncian una renovación en las formas de hacer el arte y cuyo mayor exponente fuera Johann Wolfgang von Goethe, literato que dejó al mundo una de las obras clave para entender la estética romántica: “Die Leiden des jungen Werther” o “Las penas del joven Werther”, novela cuyo personaje encarna los valores iconoclastas de la nueva tendencia estética: emular a la tormenta con un enorme ímpetu, dejando de lado las formas preestablecidas del racionalismo y el esteticismo para dar mayor peso lo natural.

Estos aspectos pueden encontrarse en la obra de Liszt, que llega al mundo cuando el romanticismo ya ha ganado lugar en el quehacer artístico, permeando en todas las artes, por lo que se encarga de refinar estas formas novedosas, cristalizando en piezas como las que los jóvenes universitarios presentaron esta tarde a la audiencia que se da cita para disfrutar del Ortiz Tirado.

Es de destacarse que el término romanticismo, contrario a lo que se ha generalizado con el paso de los siglos, alude no propiamente al amor, sino a las pasiones: los personajes románticos en literatura, sus sonidos en la música o sus reflejos en la pintura buscan sitios recónditos en el alma humana, pasiones como el amor, por supuesto, pero también el odio, el miedo, la rabia o la sensación de pequeñez ante lo inmenso, pasiones que por sus dimensiones era imposible encerrar en formas preestablecidas por la “vieja escuela”.

Con este contexto, que jóvenes universitarios de no más de 25 años interpreten con tal maestría a Liszt es algo que de verdad se agradece.