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Álamos no se acaba nunca


Un día tiene 24 horas, pero desde el genio de Einstein, la humanidad ha comprendido que el tiempo puede ser relativo. El segundo día del Festival Alfonso Ortiz Tirado fue un crisol de experiencias, de sensaciones, de emociones que encierran y nos hacen ser humanos.

Desde el Mercado de Arte, la mañana alamense arrancó con una profunda reflexión acerca del mundo Tohono O’odham, a cargo de José Juan Samaniego. Le siguió la inauguración de la Ruta del arte, que en esta edición honra a la artista ceramista Judith Reina. De los diálogos y el arte plástico al teatro: “De la filantropía a la canción…Ortiz Tirado, el médico”, una obra que es tradición dentro de la tradición del magno festival y que recorre-literal y figurativamente- la biografía del gran tenor sonorense.

Y sin embargo, la música debe empezar: el Museo Costumbrista de Álamos dió cabida al cuarteto de cuerdas “Move” que dió el inicio al repertorio musical del sábado. El Templo de la Purísima Concepción fue el escenario para el “Recital” de los sopranos Karin Rademann y Pedro Pablo Solís, acompañados por el pianista Heber Morales.

Y el público iba de un evento a otro, caminando, deambulando, escuchando, sintiendo. No sería Álamos ni el Festival Alfonso Ortiz Tirado sin ellos. Sin los pasos vagabundos de sus visitantes, que se preguntan qué evento sigue: A la Muestra Internacional de Cine, a la oresentación del libro del escritor hermosillense Carlos Mal o, quizás, dejarse embelesar por el teatro Clown de Claunódromo. Y siempre, siempre, está la música. Un eclecticismo desbordante: trova contemporánea con Rafael Mendoza, salsa con El cartel de la salsa, música del mundo con Santa Cecilia o escuchar la voz bellísima de la soprano Eugenia Garza y su repertorio que va “Del drama al amor”.

Sábado incansable. Sábado artístico en el segundo día de actividades de #ElOrtizTirado.