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ISC homenajeará a la actriz Lucarmen Galindo en el Encuentro Estatal de Teatro.

 

En el escenario se encuentra Sonia León y Lucarmen Galindo. Van a entrar a escena para
interpretar a Mina y Fifí, las dos protagonistas de la obra Orinoco, de Emilio Carballido. Una obra
intensa que narra las desventuras de ambas mujeres, que tras las tribulaciones y fracasos de sus
sueños artísticos, emprenden ahora un viaje casi como “mercancía carnal” hacia “El Porvenir”, un
yacimiento petrolero. Arriba del barco Stella Maris, un día se levantan dándose cuenta que ya no
hay tripulación en el barco y sólo quedan ellas dos, al mando de un barco sin capitán que navega
en las densas aguas del río Orinoco.

El año es 1985. Orinoco puede ser vista, también, como un punto de inflexión en el teatro
sonorense, ciertamente lo fue para Lucarmen Galindo y Sonia León. Con motivo del Encuentro
Estatal de Teatro, a celebrarse en noviembre, el Instituto Sonorense de Cultura, homenajeará la
trayectoria de la actriz Lucarmen Galindo.

Nacida en Ciudad Obregón, pero orgullosamente bacanorense (del municipio de Bacanora, bien
anclado en el centro geográfico de Sonora), Lucarmen Galindo es el epítome de la superación
artística y personal. A los 11 años emprendió su viaje: de Bacanora a Hermosillo. Antes, a los 8
años, perdió a su padre.

“En la secundaria me vine a Hermosillo. Tuve cabida con un tío, que tenía muchos hijos pero me
dio un espacio; me vine sola; muy triste porque a los 11 años que me vine, eres una niña todavía,
te haces muy vulnerable. Estudié la secundaria, pero siempre pensando en que tenía hermanos
menores y siempre fueron mi responsabilidad. Después estudié la preparatoria en la noche para
poder trabajar en el día, perdí un año por el trabajo. Logré entrar a la carrera de Comunicación en
la Universidad de Sonora, pero pronto me empezó a llamar la atención el teatro. Tenía un maestro
que me decía “Dedícate a una u otra cosa” y opté por entrar a Artes Dramáticas”, señala
Lucarmen.

La década de los 70 significó la creación de una escena cultural más rica en Hermosillo, todavía
alejada de los centros culturales del país, los artistas construían esos primeros cimientos. Bajo la
tutela de los maestros Óscar Carrizosa y Jorge Velarde, Lucarmen fue puliendo su talento y su
estilo. No fue fácil encontrar el equilibrio entre su pasión artística y su responsabilidad laboral. La
actriz bacanorense trabajaba en el gobierno del estado y tenía que compaginar sus
responsabilidades laborales con sus estudios y los ensayos de las obras. Papeles pequeños en
diversas obras dirigidas por Carrizosa o Velarde fueron dándole ese impulso práctico que ocupaba.
La actuación, para Galindo, era una especie de refugio, de tenencia, un paraje lleno de historias
que la hacía tener control.

“La actuación me dio la seguridad que necesitaba y añoraba”, confiesa la intérprete sonorense.

Después de presentar Orinoco, su carrera tiene un impulso. La década de los 90 la pasa en el
teatro independiente y estrecha relaciones con el que ahora es su compadre y fue su compañero
de carrera: Jesús Ochoa. Ahí, Lucarmen descubre el gusto y el placer de la comedia teatral.

Las viejas difíciles, Clotilde en su casa, La pareja dispareja, Fuera de juicio, La tuba de Goyo Trejo.
En la comedia, Lucarmen descubre algo orgánico, natural, positivo. El juego de situaciones y la
gimnasia verbal que es capaz de arrancar sonrisas, risas y reflexiones al público.

Su evolución artística también la ha llevado a hacer cine, al que considera diferente al teatro.

“En el cine tienes que ser más sutil, más contenida, contrario al teatro donde los gestos, la voz, las
tienes que hacer más grandes, más exageradas. El teatro puede causar mucho estrés, es una
oportunidad la que tienes, en vivo, frente al público”.

Y, sin embargo, su carrera ha sido pausada por la vida. A los 57 años, Lucarmen fue diagnosticada
con cáncer. La vida tiende a actuar de formas extrañas, de marcar puntos que van definiendo
nuestro destino. Lucarmen señala que estos años con la enfermedad le han servido para
enfrentarse primero, y después entender y comprender la idea de la mortalidad.

“Aún tengo muchas cosas por hacer”, señala con una sonrisa tan elegante como las que ella
desprendía del público cuando actuaba. La sala de su casa está poblada por cuadros que ella
misma ha pintado: vemos el rostro de un caballo blanco de larga melena, una botella de Bacanora
que sirve como una especie de lupa por donde vemos un paisaje de su natal Bacanora. Fotos con
su hija Sarah o de sus viajes por el mundo.

Lectora ávida de novelas, Lucarmen reflexiona sobre el futuro del teatro sonorense: “Veo a
muchos jóvenes interesados, con toda esa energía que nosotros sentimos años atrás y me parece
una gran noticia”.

Como en aquel 1985, cuando encarnaba a Mina y a Fifí junto con Sonia León, y estaban navegando
las aguas del río Orinoco, Lucarmen sigue viento en popa.