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A lo mejor te encuentro


Día 4
El calor en Ciudad Obregón es diferente al de Hermosillo. Es más húmedo, más pegadizo, más
chocloso, dirían los abuelos. También hay más vegetación. Ciudad Obregón es una ciudad grande
y sus habitantes se enorgullecen de decir que es la ciudad mejor trazada del noroeste mexicano.
Hay vértices, ángulos y escuadras. Siempre la línea recta como eje. Para ir a comer, en un poste
en una de esas intersecciones urbanas, hay una hoja pegada donde se lee “¿Lo has visto?”. El
corazón se encoge porque sí, durante más de dos décadas, las desapariciones forzadas en México
nos han convertido en un país distópico, apocalíptico.

A lo mejor te encuentro
Repetimos: El teatro es denuncia y resistencia. A lo mejor te encuentro (y cuando te encuentre voy
a abrazarte mucho), bajo la dirección de Manuel Barragán y con la actuación de Erandi Rojas es
una obra dura, compleja, que pone el acento en una problemática tristemente crónica: las
desapariciones forzadas en México. Un crimen que tapiza los postes de las ciudades y los pueblos
con preguntas que parecen no tener respuesta: “¿lo has visto?” “¿sabes dónde está?”.
Ese horror producido por las lógicas del capital, del narcotráfico, de una violencia que ya ni se
preocupa por esconderse. La Nada Teatro monta “A lo mejor te encuentro” desde una delicadeza
insuitada y desde una postura ética: No se revictimiza, no se cae en el morbo del dolor ni en la
violencia de la desaparición. Por el contrario, visualiza una postura diferente: las familiares de las
víctimas, esas que se ponen a buscar, a indagar, a hacer ese ejercicio como Sísifos modernos.
Buscar y encontrar a la persona que han desaparecido. Conocemos a Malena.
La conocemos después de su muerte. Viajamos con ella por su memoria y la vemos feliz y
sonriente. Casada con el amor de su vida, el padre de su hijo, al que carga en el vientre. Hablan
sobre la aparición de esas camionetas raras que se han dejado ver en los últimos días, sin placas,
merodeando las calles desiertas del pueblo.
Y luego, el no-regreso de su esposo. La ausencia que se siente como una espada de Dámocles.
Con una puesta en escena sobria y por ello, bella, Erandi Rojas va dando paso a las emociones: a
ese motor incombustible que es la esperanza que contrasta con la soledad en la que se va
quedando, el vacío del apoyo de las autoridades, el desgaste y la pérdida de esperanza de quienes
la rodean. Pero ella sigue. Y continuará incluso, después de su muerte.