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La traición


Noche. Interior. 21.45 horas. Universidad de Sonora.

En el final sólo hay aplausos y esos leves murmullos y palabras fantasmales de un público que va deshabitando la sala de teatro. Acaba de finalizar “La traición” del icónico autor británico Harold Pinter y llevada a escena con la dirección de Marcos González y las actuaciones de Melisa Quintanilla Robinson, Nicolás Rivera, Daniel Molina y Ricardo Gaitán.

“La traición” es una de las obras más icónicas de Pinter y, quizás, una de las más accesibles dentro de su brillante inventario teatral. Tiene como particularidad que subvierte el tiempo narrativo y cuenta la historia del presente al pasado, en analepsis o flashbacks, en escenas fragmentadas y memorias-que, como es inherente a ella, suele ser un artefacto caprichoso, casi luciferino-.

Ambientada en Londres, “La traición” narra episodios sucedidos de 1977 a 1968. Ese Londres que parecía caldero intelectual y artístico al que Pinter perteneció: complejo intelectualmente, fulgurante con las industrias culturales teniendo sus particulares booms. Ahí inserta a sus tres personajes: el matrimonio formado por Robert y Emma. Y el mejor amigo de Robert, Jerry. Robert es un prestigioso editor literario, Emma, una galerista emergente y Jerry, un exitoso agente y cazatalentos literario. La geometría de las relaciones humanas obliga a formar un triángulo amoroso. Pinter no deja lugar a dudas desde el principio-que en realidad es el final-: Emma y Jerry se encuentran en un pub londinense y rememoran su relación adúltera que duró 7 años-de 1968 a 1975). Recordamos: estamos en 1977. En ese re-encuentro furtivo, Emma le dice a Jerry que ha abandonado a Robert, tras una noche de confesiones por parte de él donde le confirma que la ha engañado en múltiples ocasiones.

A partir de esa primer escena-que es el final-, se van desenvolviendo 8 escenas que rivalizan con la cronología natural. El tiempo, contrario a lo que decía Martin Amis en su “Flecha del tiempo”, en “La traición” no es sólo un flujo incesante hacia el futuro. Cada escena de la obra se va convirtiendo en una especie de rompecabezas, de puzzle para que el espectador vaya poniendo todo en su lugar. Pinter ya nos hizo una resolución, ahora toca comprender cómo llegamos a este punto.

45 minutos antes

La puesta en escena de Marcos González es elegante y sobria, las transiciones de escenografía son sutiles. Ahí, sobresale Emma, interpretada por Melisa Quintanilla. Quizás el personaje más rico en matices. La actriz sonorense crea su personaje no sólo desde el diálogo-casi siempre enigmático, medias verdades, icebergs emocionales por todo lo que esconden debajo de la superficie- sino desde la gestualidad. Son sus gestos los que apuntalan la naturaleza enigmática, confusa, y esquiva de Emma. Vamos viendo las escenas y esa farsa de la verdad que el trío ha convertido en algo cotidiano. Desde la amistad, en principio, inmutable de Robert y Jerry, con sus comidas semanales o sus juegos de squash, hasta los encuentros constantes entre Emma y Jerry en un departamento en una zona residencial londinense. Finalmente llegamos al punto de quiebre: el descubrimiento de la infidelidad. En Venecia. Por ese azar casi kármico. Robert se da cuenta de la traición de su esposa y su mejor amigo. Y aun así, decide seguir con el matrimonio. Torcello, el lugar preferido de Robert, y al que iba a llevar a Emma, al siguiente día, se convierte en una especie de Ítaca. Sólo que no hay Penélope.

Pinter, desde una posición eminentemente autobiográfica, construyó una historia riquísima en matices, ideó un dispositivo narratológico en el que subyace una mirada lacónica hacia su clase: esa burguesía intelectual acomodada que es incapaz de ser honesta, donde la verdad se convierte en sólo una utopía, en un ejercicio exclusivo a la ficción y en un simulacro.

2 horas antes

Hay una pequeña sala de espera. La gente está sentada. Esperando-valga la redundancia- a que los dejen entrar a la sala de teatro. Es la segunda noche de la Temporada de “La traición” de Harold Pinter. La expectativa es muy alta. Pinter, uno de los dramaturgos más relevantes del siglo XX-y ganador del premio Nobel- no deja a nadie indiferente. Sus textos, a menudos descritos como ambiguos, saturados o forzadamente eruditos, contrastan con su visión única de la naturaleza humana. Hay una gran expectativa por ver la obra dirigida por Marcos González.

17 años antes. Interior. Hermosillo

Un joven ve en la televisión un capítulo de Seinfeld. Capítulo 7. Temporada 9. “The betrayal”. Un capítulo icónico porque la narración es fragmentaria y en flashbacks. Una pequeña leyenda dice que el capítulo está basado en la obra homónima de Harold Pinter.

-Ojalá algún día pueda verla en vivo, piensa el joven.