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Voces que no callan


El tenor mexicano Fernando de la Mora se presentará junto con la Orquesta Filarmónica de Sonora en el Festival Kino.

En 1986, un jovensísimo Fernado de la Mora (Ciudad de México, 1958) hizo su debut encarnando a Pinkerton, el célebremente trágico oficial de la U.S Navy que llevó a la desolación y a la espera a Madame Butterfly. Desde ese punto, se sospechaba ya de la trascendencia de la voz que tenía el tenor mexicano. Su interpretación de Pinkerton, en esa obra de Puccini que parte de una mímesis del Ulises homérico aunque con un final totalmente diferente, la vida de Fernanda de la Mora también se convirtió en una especie de Odisea.
Ataviado de unos pantalones de mezclilla y una camisa blanca, Fernando de la Mora ensaya con la Orquesta Filarmónica de Sonora y su director, el maestro Héctor Acosta, en el Teatro de la Ciudad de la Casa de la Cultura. La última canción del último ensayo previo a que viajen para engalanar el Festival Kino. La voz, bellísima y educada del tenor se mezcla con la maravillosa perfección musical de la Orquesta. Es una unión casi perfecta-y escribo casi como una resistencia filosófica-.
“Lo que va a disfrutar la gente que vaya a vernos al Festival Kino es la buena música de nuestro México querido, es una forma de llevar la músico a todas y a todos, la cultura tiene que ir a todos los rincones, eso me encanta, la gente que se va a fascinar porque es música del corazón, de tus recuerdos, llevamos canciones desde “El buki” a Joan Sebastian y Juan Gabriel, estamos haciendo una inclusión con esos grandes autores porque la música es de todos”, señala de la Mora.
El tenor nacido en Ciudad de México es un trotamundos, encarna a la perfección el arquetipo del artista nómada. Ha recorrido toda la geografía y puede trazar una cartografía mundial sin dudar un solo segundo. Ha estado en los grandes escenarios del mundo: De Nueva York a Corea, de Barcelona a Pekín, de Álamos a Londrés. Y sin embargo, hay un lazo escrito en su historia que lo une inexorablemente con Sonora.
“¿Qué significa Sonora para mí? Yo empecé a Sonora a cantar a los 24 años, en un lugar chiquito, el palenque de Cócorit. En la cuestión familiar tengo primos, vine a pasar dos veranos en Hermosillo, conocer el desierto, la forma de vivir de acá, Sonora es muy cercano a mi corazón, he venido al Festival Alfonso Ortiz Tirado en 4 ocasiones, en una de esas ediciones me dieron la medalla Alfonso Ortiz Tirado que llevo a todos lados con un orgullo inmenso”, explica el tenor.
Fernando de la Mora puede echar a andar la mirada atrás y tratar de desenmarañar sus pasos. La vida de un tenor es exhaustiva y hay una evolución lógica donde la voz va madurando y adaptándose. Con la edad, quizás se puede perder algo de potencia, de flexibilidad vocal, pero se va ganado una sabiduría producto de todas las vivencias. Y, sin embargo, hay algo más en ese proceso: el tenor que ha viajado por todo el mundo ha encontrado en la música popular una especie de refugio, una nostalgia indeleble que no sólo le permite explorar sus raíces, sino estar cerca de su familia, de sus seres queridos.
“He acercado mi voz hacia lo popular, lo que deseo es acercar a la gente a la cultura, estoy en otra misión, ya pisé los escenarios más importantes, me llené el alma del oficio, 35 años cantando ópera, soy feliz, estoy contento con lo de mi voz me da, a donde me da lleva la voz. La música popular me permite acercarme, acercarme a mi familia, estoy muy agradecido, en cierto momento estuve ausente en muchos cumpleaños, graduaciones, nacimientos, yo conocí a mi hija Andrea a los 15 días. Estaba supliendo a Pavarotti en Barcelona y era una gran oportunidad en mi carrera y siempre conté con el apoyo de toda mi familia. Toda mi vida estuve lejos y ahora estoy más cerca”, reflexiona de la Mora.
La cercanía. Con su familia, con la música popular. Eso ha encontrado el tenor en esta nueva etapa de su vida y de su carrera musical. Lo invade una sonrisa. En las esferas musicales, generalmente se impone un debate artificial, sesgado, donde se usa un categorización dicotómica entre la música popular y la llamada “música culta”, una disputa casi decimonónico que Fernando pone fin con una frase que gravita en el aforismo: “la música debe transmitir”.

En ese sentido, el hilo invisible que teje la carrera del tenor capitalino es su capacidad de transmitir con su voz. Si Ranciére señalaba a la voz como un instrumento de la divinidad, Enrico Caruso, uno de los grandes tenores de la historia, explicaba que un cantante que no transmitía no podía tomarse en serio. Hay una soledad pesada cuando el artista va a presentarse en el escenario. Es su voz contra decenas, cientos, miles de escuchas que están atentos. De la Mora señala que para transmitir se debe “entrar” en la canción, comprenderla, no sólo desde un proceso racionalizador e intelectual, sino una comprensión emotiva, del corazón, del alma. Habitar la canción que se va a cantar, hacerla parte de uno. Hay un proceso de deconstrucción y hasta pérdida de la identidad para poder transmitir.

“Cantante que no emociona, no sirve. Por más bonita voz, por más bello timbre, si no emociona te impresiona, pero no se trata de eso. Debe surgir de la comprensión sobre la música, sobre las canciones, la letra de lo que estoy diciendo, es un tiro que tienes en 5 minutos, un solo tiro, y tienes que matar a tu presa. A dónde vas, a la comprensión, al entendimiento, a la razón de la canción. Una canción como “Yo te amé” tienes que dimensionar el amor, todo eso, lo comprendes, y si tú lo sientes ellos lo sienten”, finaliza Fernando de la Mora.