A unos kilómetros de Empalme se encuentra la piedra volada, una especie de anomalía de la naturaleza que, como su nombre explica, parece suspendida en el aire, con voluntad acrobática. Esa piedra volada ha sido testigo de incontables historias, como por ejemplo, las batallas libradas por el general Álvaro Obregón en 1913 en el contexto de la Revolución Mexicana.
A la piedra volada la rodean las vías del tren: cientos de metros y kilómetros de líneas paralelas que, quizás vistas en una fotografía no delaten su peso simbólico y material que detentan: El progreso. Por ello, el Museo Ferrocarrilero de Empalme ha traído al Museo de Culturas Populares la exposición “Empalme de vías, historias y trenes”, una exposición fotográfica que consta de 22 fotografías que enmarcan el paso del tiempo de esos gigantes de acero en el que recorrieron las vías miles de personas, cada uno con sus historias a cuestas. Enclave de anécdotas y vivencias, testigos del desarrollo, de alegrías y destinos, de tragedias y combates.
La directora del Instituto Sonorense de Cultura, Beatriz Aldaco Encinas, inauguró la exposición señalando la importancia de la inciativa de que los museos visten a otros museos para fortalecer los conocimientos, las experiencias, las historias que habitan a cada uno de ellos.
Por su parte, José Luis Islas, director del Museo Ferrocarrilero, señaló que esta exposición son fotografías que registran la vena de hierro justo al lado de la emblemática ‘piedra volada’, escenario que testimonió en 1913 la batalla encabezada por Álvaro Obregón.
Las 22 fotografías son ventanas a nuestra memoria colectiva, a la identidad del sonorense -y mexicano-, representaciones simbólicas de los destinos que se entretejieron para ser lo que somos. El hierro, los clavos, los paisajes bellísimos pero que paradójicamente se antojan inclementes. El sistema ferroviario, se suele decir, es una de las manifestaciones más diáfanas de la conquista del hombre sobre la naturaleza.
