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Teoría de la materia


 

En la parte más minúscula de materia hay un mundo de criaturas, de seres vivos, animales, entelequias, almas. Cada pedazo de naturaleza puede ser concebido como un jardín repleto de plantas y como un estanque lleno de peces”, escribía Leibniz en su teoría monádica. La materia, desde Aristóteles a nuestros días ha sido el gran objeto de estudio. ¿De qué está hecha la materia? ¿cuál es la energía primigenia, su origen?

Permítanme agregar una nueva teoría a partir de lo visto en la sexta jornada del Festival Un Desierto Para la Danza con la obra “De Construcción” de Sorta Project y Physical Momentum. Sus intérpretes, la sonorense Paola Madrid y Francisco Córdova- dos de los talentos emergentes más relevantes de la escena dancística en México y el mundo- han construido una obra tan compleja como laberíntica. Lo primero que vemos es una escenografía claustrofóbica, industrial, futurista: 35 paneles de color negro tenue están montadas sobre el cielo del teatro. Los dos intérpretes empiezan a moverse. Cada movimiento suyo parece reflejar al otro, hay una perfección académica en cada uno de sus movimientos. Casi no se separan el uno del otro. Vibran.

Conforme la pieza va desenvolviéndose en el tiempo, el dispositivo escenográfico y un genial uso de las luces se va convirtiendo en el tercer protagonista. Los paneles bajan, cambian de posición, se apoderan del escenario. Paola y Francisco se mueven entre ellos, primero como si fuera un bosque, luego como una montaña. Son paisajes industriales que van transmutando según el movimiento. Quizás hemos entrado a aquel espacio que relataba Leibniz: el espacio habitado por las mónadas. Porque todos somos nómadas si nos apegamos a esa visión casi panteísta del filósofo alemán: acá habitamos. Acampamos esos espacios como lo hacen los cuerpos-y almas- de Paola y Francisco, moviéndonos, vibrando. “De Construcción” es una obra de un entramado dispositivo narratológico que se comprende a sí misma desde su relación con esa escenografía de 35 paneles expuestas en 5 líneas de 7, creado por Raúl Mendoza, arquitecto de ese tercer habitante de la obra.

Permítanme, retomo, construir una teoría de la materia y de lo humano a través de ese lenguaje que han construido con el cuerpo Paola y Francisco: su interpretación se podría definir con un oxímoron: improvisación planeada. Sus movimientos, sus gestos, sus secuencias nacen de una libertad y fuerza creativa pero se comprenden a partir de la intimidad que construyen el uno con el otro y con ese dispositivo escenográfico que también es narrativo. Los paneles, en su imperfección, retratan una belleza cruda, descontextualizada.

El tiempo parece suspendido. Y tenemos que proponer una teoría de la materia: Si Parménides señalaba que todo fluía, Demócrito hablaba de partículas esenciales-hechas de tierra, agua, aire y fuego-, Lucrecio sostenía lo inmanente del mundo, Leibniz y sus mónadas espirituales o Pascal y su visión esencial, nosotros tenemos que señalar que la materia es finita. Así nos llega el final de la obra, con Francisco y Paola enzarzados y unidos; lo último que escuchamos es la respiración de la artista sonorense, antes de que todo se funda a negro. El público ha quedado expectante, vibrando hacia sus adentros.

Decía Ránciere que toda obra debe tener el poder de transformar a quien la ve. Eso ha pasado la noche del miércoles.