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El desierto soy yo


El desierto. Nosotros somos habitantes del desierto. Y hay una mitificación en él, un relato incandescente que hace del desierto un lugar mágico, espectral, creador de cientos – y quizás miles- de mitos, leyendas, historias que trascienden y otras que se quedan encerradas, encapsuladas en una temporalidad que luego llamamos nostalgia.

“Son Desierto” de Dédalo Artes Escénicas es una obra maratónica que nos aventura al desierto como si fuésemos exploradores ávidos de adrenalina. La coreografía de Pedro Núñez se va desenvolviendo con una naturalidad que hace que mimeticemos la inclemencia climática del desierto dentro del Teatro de la Ciudad de la Casa de la Cultura.

Ambientada por una música en vivo preciosa y unos visuales que echan a volar la imaginación del público, “Son desierto” nos va trazando y tejiendo las historias que nos dan identidad. Ser del desierto no se limita a una cuestión azarosa de la geografía, ni a ningún capricho existencial. En cierta parte, todos los que nacemos y vivimos aquí somos pequeños reflejos de este desierto que funge como tótem. El movimiento nos construye como construye la bella obra de Dédalo Artes Escénicas.

Fragmentos de memoria, reflexiones sobre quiénes y por qué somos, el cuerpo y la música como dos ejes primigenios que relatan nuestra humanidad- Historias que se quedan atrapadas en las arenas del tiempo. El desierto puede ser ese destino que imaginó el escritor chileno Roberto Bolaño en su icónica “Los detectives salvajes”: un páramo donde la incertidumbre, la naturaleza, lo salvaje y lo desconocido confluyen. Pero también puede ser origen y posibilidad, como lo era para el escritor mexicano Daniel Sada en su obra cima “Casi nunca”.

Al final, “el desierto soy yo” podemos elucubrar tras ver obra de Pedro Núñez.