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Láska


Entrar a la exhibición Láska de la artista sonorense Paulinka que está montada en la Sala de Arte del Instituto Sonorense de Cultura es emprender un viaje histórico por las diversas corrientes plásticas que han existido: De los retratos decimonónicos de mujeres en vestidos largos y encorsetados a rostros insertos en el arte figurativo, ese donde los trazos zigzaguean tremulamente y lo que vemos -rostros femeninos- se desfiguran poniendo a prueba nuestra imaginación. Del pop-art (inmortalizado por Warhol: más allá del debate sobre su pureza, el por art significó un cambio de paradigma, una respuesta contracultural al arte abstracto) a esa pulsión sin formas que es el arte urbano, el grafitti.
Pero pasado ese recorrido histórico, donde se observa un manejo pulcro de las técnicas y una comprensión de la historia del arte, hay una pulsión autoral, un diálogo suspicaz, como un detalle que Paulinka introduce para hacerlas suyas las obras: En los retratos de esas mujeres decimonónicas las distingue una mancha de color. Se da ese proceso dialéctico: tesis (el retrato), antítesis (la mancha que nace de la rebeldía del arte urbano) y síntesis (la obra de Paulinka). Pasa el mismo caso en ese homenaje al pop art y la famosa lata de Campbell’s: En la obra, no está sola la lata, de su tapa salen flores, pintadas con ese tamiz de la naturaleza muerta tan en boga en siglos pasados. Otra vez el proceso dialéctico. Otra vez la síntesis de dos corrientes artísticas.
En la bellísima película “Copia Fiel” del cineasta iraní Abbas Kiarostami, se explora la idea los límites del arte, de la idea de la autoría y la representatividad. Ahí, también se pone de cabeza el propósito del arte y los axiomas en los que se sostiene. El arte, dice el protagonista (un crítico de arte retirado), es una construcción histórica y comunitaria, un espejo de la divinidad y lo infernal.
La exposición de Paulinka parte de esa tensión: entre el homenaje y la experimentación. Láska es un vocablo eslovaco, y hay una relación familiar que detona el arte de Paulinka. Ella habla desde el amor como motor de la existencia y la exposición así lo muestra.