La angustia ante la hoja en blanco. Enrique Vila Matas en uno de sus numerosos ensayos señalaba esa profesión quijotesca de “vencer a la blancura”. La hoja blanca que se presenta como un monolito inabarcable. La joven (llamémosle Sara, como un pequeño guiño de autoficción) siente esa angustia:
-¿De qué voy a escribir? O más importante ¿cómo voy a hacerlo?- se pregunta mientras una taza de café deja de humear a su lado. Entonces hace un ejercicio de memoria.
-¿Qué era lo que me decía el maestro Víctor Hugo Barrera en el Taller de Creación y Asuntos literarios que dio en la Sala de Arte del Instituto Sonorense de Cultura?- se pregunta mientras busca con ahínco sus notas. Ahí encontró el primer ejercicio que realizó. Cinco líneas donde con la mayor economía del lenguaje tuvo que hacer una autobiografía. Recuerda que Víctor Hugo la puso a leer un poema llamado “Autogol” de un poeta jalisciense para de ahí iniciar esa brevísima autobiografía suya.
Retumba en su cabeza las frases del maestro: “Mucha lectura. Mucho trabajo…mucho trabajo…leer más…seguir trabajando sobre lo escrito…saber de qué vas a escribir…narrativa y poesía…cuento…novela…ensayo…leer”. En sus anotaciones tiene apuntes de nombres: Juan Rulfo (y cómo no, todos somos hijos de Juan Rulfo), Abigael Bohórquez (y cómo no, la poesía sonorense no se entiende sin él), Ricardo Solís, Iván Figueroa, poetas de los altos de Chiapas, Agustín Yáñez, Fuentes, Márquez, Figueroa, Reyes, la lista se extiende por todo el cuaderno como una lista infinita.
Sara respira y empieza a escribir sus primeras líneas consciente de todo aquello que aprendió en el Taller de Víctor Hugo Barrera y que tomó en la Sala de Arte del ISC un 7 de febrero.
