Las almas de miles de personas se pasearon por la Plaza Hidalgo. Ahí, junto con los vivos, bailaron, cantaron, recitaron calaveritas y convivieron en El Día de muertos.
No hay un mejor día para tratar de comprender la complejidad de la cultura mexicana que el 2 de Noviembre: la tensión-casi oxímoron- donde la celebración y el llanto se mezclan para honrar a los que se adelantaron en esta vida. Por eso: los altares, la comida, la música como algo ritualístico, las risas y los cantos. Es la virtud de esa melancolía contradictoria. Se llora porque ya no están, se celebra porque se tuvo la dicha de tenerlos.
Arrancó la Banda Sinfónica del Estado de Sonora, comandada por Renato Zupo. Un repertorio perfecto para la fecha: música mexicana que hierve la sangre. Los arreglos y la ejecución fueron un deleite que explica sin palabras ese sentimiento híbrido.
Pasó el concurso del #FestivalDeLasCalaveritas, donde 9 participantes pasaron a leer sus odas a personajes culturales. De íconos del consciente colectivo mexicano como Juan Gabriel o Chavela Vargas, a directores de cine como Stanley Kubrick. De conceptos abstractos y totalizantes como la música a hermanos caídos. Calaveritas líricas, con ritmo musical construidas a partir de la rima y que el jurado, conformado por la directora del Instituto Sonorense de Cultura, Beatriz Aldaco, Lorena Enríquez, coordinadora de Literatura y Tirso Amante, director de Radio Sonora, premiaron a los tres primeros lugares.
Porque como decía Edmundo Valadés: La muerte tiene permiso. Más en su día y más si es con el lenguaje lúdico de la rima y la picardía mexicana.
Cerró el evento, la agrupación de rock alternativo Los Vecinos Incómodos. Una clausura ideal para una noche fantástica.
