A 20 años de su muerte

Edmundo Valadés tras la ventana

El cuentista mexicano tiene un vínculo inquebrantable con Guaymas, puerto que lo vio nacer. A continuación, aquí se reconstruyen las huellas de lo que sería su recuerdo permanente.

Por Alán Aviña
Hay un hecho inevitable en la historia de Edmundo Valadés: su historia ligada a Guaymas, su tierra natal, es difusa y poco conocida.

—Valadés salió de Guaymas muy chico y volvió en sus últimos años—, afirma el escritor Josué Barrera, estudioso de las letras del cuentista mexicano.

Sin embargo, el vínculo con el puerto sonorense no solo lo acompañaría el resto de su vida, sino que estaría lleno de recuerdos entrañables. Hace diez años, los poetas Pina Saucedo y Bruno Hernández, residentes en Guaymas, recorrieron junto a Adriana Quiroz, viuda del escritor, los terrenos accidentados y casi en ruinas de la primera casa de Edmundo.

—Valadés tenía una añoranza de su origen porque se lo llevaron muy niño, pero él siguió viniendo a Guaymas. Muy en silencio volvía; a Adriana le tocó acompañarlo. Lo que siempre recordaba eran los atardeceres, porque le rememoraban su niñez—, dice Bruno Hernández.

Su segunda esposa, casi de memoria le relató a Pina Saucedo la imagen que tras la ventana veía el cuentista: una niña de cachetes rosados que pasaba puntualmente frente a su casa en el Callejón de los Triques en Guaymas.

—Se figuraba que le aventaba sus cachetes por la ventana—, me cuenta Saucedo recordando las palabras de Adriana Quiroz.

Otra postal de Valadés en Guaymas, es su visita en 1968 al carnaval durante la celebración de los Juegos Florales. En esa ocasión lo acompañaron grandes figuras de la literatura mexicana, como el autor de El llano en llamas, Juan Rulfo; Juan José Arreola y Juan Bañuelos. Los poetas guardan celosamente el veredicto donde las firmas de los cuatro escritores siguen estampadas.

Valadés, el cuentista
Aunque su infancia guaymense pase desapercibida en la biografía del cuentista, Sonora estuvo presente en sus últimos años. Josué Barrera, escritor, maestro universitario sonorense y profundo conocedor del que fuera fundador y director de la revista El Cuento, rescata sus incipientes pasajes ligados a las letras sonorenses.
—Solo se conoce un texto donde habla de Guaymas, el cual publicó en sus últimos años—,señala Barrera.
—Su obra se concentra más en la gran ciudad de México. A partir de los años ochenta se relaciona con Gerardo Cornejo y participa en varios eventos. La Universidad de Sonora le organiza un homenaje al cual asiste. De ahí en fuera, su relación con Sonora fue al final de su vida y muy poca, resume.

El cuento mexicano tiene una deuda que en veinte años de ausencia, no ha podido saldar. La revista El Cuento abrió la posibilidad a miles de jóvenes escritores a publicar sus trabajos. Armando Alanís, escritor coahuilense, comenta que le envió cinco cuentos, de los cueles, sólo publicó uno.

—El único que me publicó era el que no tenía que ver con el campo. Me dijo que de los campesinos no sabía nada, pero que como escritor sí podía hacer algo—, recuerda Alanís, autor del libro de minificciones Narciso, el masoquista.

Las anécdotas son variadas: escritores latinoamericanos sin ningún libro, que enviaron sus cuentos por correo a la casa de Edmundo y terminaron publicados en la revista; jóvenes estudiantes de letras con legajos que pasaban a su casa a tocar la puerta para entregarle sus cuentos. De esa manera dio cabida a miles de escritores jóvenes mensualmente.

Josué Barrera señala que más que su gran labor literaria, consumada con libros como La muerte permiso, su influencia estuvo en su impulso al género del cuento en Latinoamérica.

—Su influencia es a nivel nacional, ya que publicó los primeros cuentos de toda una generación de escritores. Promovió el cuento y publicó en México a escritores de otras partes del mundo. Editó la primera revista dedicada exclusivamente al cuento en toda Latinoamérica. Entonces su influencia va más allá de Sonora—, destaca Barrera.

De esta manera, a 20 años  de su muerte, seguimos recordando al gran maestro que hizo posible la generación más prolífica de cuentistas en México.