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Apolonio y Bodoconio


Apolonio y Bodoconio

Las y los pequeños niños del internado “Coronel J. Cruz Gálvez” están expectantes. La tarde va cayendo poco a poco y una casa naranja de estética caricaturesca habita el escenario. Se abre la puerta y un joven sale bailando al son de una canción de banda tan típicamente norteña. Es la obra “Apolonio y Bodoconio”, escrita por Emilio Carballido e interpretada por los alumnos del 8vo. Taller de Actuación y expresión corporal, impartido por María Antonieta Rosas Saavedra.

¿Qué se puede decir de “Apolonio y Bodoconio y por extensión de la mente prolífica y febril de uno de los grandes dramaturgos mexicanos, como lo es Emilio Carballido? “Apolonio y Bodoconio” es una obra ligera creada para arrancar risas y sonrisas del público infantil y mayor. Heredera, quizás, del teatro Kyogen japonés, donde esa voluntad hacia la levedad y la comedia, hacia el humor blanco e inocente, hacia la creación de escenas y diálogos que son capaces de estallar risas.

Desde aquellos escenarios bucólicos de la sierra, con el acento más bronco y cierta musicalidad, vamos entrando a esa cotidianidad de Don Apolonio y su hijo Bodoconio. Dueños de una tiendita, vamos viendo la vida diaria de ese pueblo. Bodoconio ayuda a su papá pero no puede evitar ser un glotón que se come todos los chabacanos que su papá ya le vendió a Don Filogonio. Tampoco puede evitar decir que sí a Doña Colosa, que prácticamente le saquea la tiendita sin pagar, por lo que Don Apolonio le dice que debe saber decir que no, con pequeñas mentiras, en apariencia, blancas.

 

La comicidad de la obra recae en el pequeño Bodoconio y la literalidad y obediencia que hace de las mentiras que su papá le pone de ejemplos para decir que no. Ahí las risas estallan y el desfile de personajes comienza para crear situaciones rocambolescas. Finalmente, Don Filogonio regresa con su esposa para recoger la bolsa de chabacanos que había comprado. Bodoconio, presa del pánico por haberse comido todos los chabacanos, urde un plan donde simula ser un nahual- una bestia del ideario mexicano- para que piensen que fue el nahual quien se comió la fruta. En un enredo, otro de los habitantes del pueblo logra amarrar la bolsa donde estaba el supuesto nahual-el pequeño Bodoconio- y le pega unos golpes. Se acumula la mayoría del pueblo y se descubre que era el glotón. Como en el teatro Kyogen, existe una moraleja que finalmente, termina sucediendo. El final de la obra termina con un bailongo y una voz hermosa cantando en las fiestas del pueblo.