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Un domingo de historias


No hay nada más humano que contarnos. Nosotros, todos los días, y todos, hacemos diariamente un ejercicio de relatarnos, una bitácora, quizás inconsciente, de nuestra propia vida. Hay, eso sí, distintas formas de contarnos. Hay quienes nacen con ese talento para la pluma, o para la pintura, y qué mejor que los que tienen ese talento musical para cantarnos lo que ven y sientes. El día de ayer, en Plaza Bicentenario, el Instituto Sonorense de Cultura (ISC) y el Instituto Sonorense de la Juventd (ISJ) el evento Music folk & chill junto con el Mercado Joven, que congregó a cantautores sonorenses.
Un domingo de plaza es una de esas tradiciones que no deberían nunca perderse por su fuerte valor comunitario, ese entretejido social que nace de forma orgánica y natural. Y si hay un soundtrack de los valores musicales sonorenses en un género tan rico como popular como lo es el folk, se crea una experiencia nueva.
Hablar del folk es hablar de un género que se centra en lo cotidiano, en esa simpleza que es virtud, de la vida diaria. Surgido a mediados del siglo 20 en la esfera anglosajona, pronto habitó todos los rincones del mundo, matizando geográficamente sus contenidos: de canciones de amor a música de protesta de temas sociales hasta convertirse en un mural tan complejo como bello de historias del diario, retratos de la rutina, de los esfuerzos y las luchas de las personas comunes. Una especie de realismo sucio en la que caben Bob Dylan y Tom Waits, Rockdrigo González o Violeta Parra.
Abre el concierto Agley, ataviado con un vestido azul estampado y su guitarra; su voz dulce le canta al cielo. Le sigue Misael Tenue, que se prodiga con imágenes verbales que relatan la cotidianidad. Es el turno de Dámaris Bojor, artista visual y que ha iniciado su carrera musical; su voz, su música y sus letras son un híbrido entre el folk y el regional sonorenses que nos lleva por los pasos de un forastero o esa simpleza poética que encierra nuestro Yécora querido. Es el turno de Tadeo folk – Töltque se adecua a esa melancolía irreductible del ocaso, y es seguido por El Dani y sus trazos musicales que conectan con nuestras experiencias.

Con el folk aún en los oídos es inevitable pensar en aquella película tan bella como intimista como lo es “Inside Lleywn Davis” de los hermanos Coen. Un retrato de los caminos y obstáculos de un cantante de folk.