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Viena en México


Viena puede ser una de las ciudades más bellas del mundo. El Travel Agency Tours, en su ranking anual, la ha puesto en el Top 10 durante 10 años seguidos. Y es que Viena es un epicentro vital de la historia europea y mundial. Centro cultural centenario, cuna de incontables artistas y movimientos que han configurado nuestra visión estética. A viena lo atravieza el río Danubio, vértebra de la geografía europea que, según cuenta el escritor Claudio Magris, surgió de una gotera que nunca se detuvo. Dentro de esa riquísima historia, Viena guarda un lugar que quizá nos concierne a los mexicanos: “Mexikoplatz” o la Plaza México, ubicado en el Distrito II de la capital austríaca. Esa plaza, nombrada así desde 1956, es un gesto que conmemora la protesta que hizo el México de Lázaro Cárdena a la anexión que hizo la Alemania nazi de Austria. México fue el único país que condenó esa acción y por ello, esta plaza. Ahí está una de tantas relaciones que históricamente ha tenido México con Viena. Otra que podríamos relatar es la gala que “Viena en México” que se presentó en la cuarta noche del Festival Alfonso Ortiz Tirado del pianista austríaco Martin Wacks y la soprano chihuahuense Anabell Garfio.

La noche arranca con la sutileza del piano de Martin Wacks. Después, la noche se va desnudando ante la bella voz de Anabell Garfio. “Eccomi in lieta vesta” de la ópera Capuletti e montechi de Vicenzo Bellini. Capuletos y Montescos. La voz de la soprano no tarda en apoderarse del escenario, el tiempo se fragmenta, y ahí estamos, en esa historia centenaria que es la disputa de las familias y un amor imposible: ¿qué hay más lógico que lo trágico? Nos pega de golpe esa imposibilidad, esa incertidumbre que quema. La obra de Bellini se traduce en un dolor indecible, o sólo capaz de comunicar a través de la voz educada de la soprano.

Le sigue “Je veux vivre” de la ópera Romeo y Julieta de Gounod. Inscrito en la tradición de la gran ópera romántica francesa, y pese a emanar de la misma historia que la de Vicenzo Bellini, no existe tautología musical. Si en “Capuletti e montechi” asistimos al peso de la tragedia sin paliativos, en la obra de Gounad existe un vitalismo, una ligereza musical destacada. Anabell empieza a variar su voz, a unos agudos que retumban y embelesan. El “Vals de Musetta” de LA bohéme de Puccini hace las delicias de los espectadores y se cimienta la estructura de un concierto tan bello como íntimo. La opereta Paganini de Franz Lehar vuelve a mostrarnos la flexibilidad de Anabell y la virtuosidad de Wacks y nos dirigimos al intermedio con una sonrisa infinita.

“Viena en México” es un programa que encapsula y sumerge las tradiciones musicales de ambos países: De Léhar a Belisario de Jesús García. Del Danubio al Usumancita. Recorremos la geografía sonora, la cartografía musical de dos países riquísimos en mapas sonoros. El aplauso se convierte en ovación. La soprano y el pianista se despiden. Y sin embargo, la espera del público parece una advertencia. Sospecha. Regresa Anabell y dice tener una sorpresa. Un mariachi. La noche ahora es mexicana.