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Del drama al amor


El oído es el primer órgano en desarrollarse durante la gestación y el último en ‘apagarse’ cuando enfrentamos a la muerte, según arroja un estudio reciente hecho por la académica Elizabeth Blundon. Entonces, el oído es previo y posterior a nuestra conciencia, a nuestra existencia. Sirva este pequeño dato científico- para enmarcar la importancia del sentido auditivo en la experiencia humana. La noche de gala del segundo día del Festival Alfonso Ortiz Tirado contó con la voz de la soprano regiomontana Eugenia Garza y el pianista Adrián Sarré que ofrecieron un concierto de altos vuelos, de una elegancia inusitada, un tour de force musical que provocó una marea de aplausos que rompieron el silencio de la noche alamense.

Eugenia Garza no necesita introducción: desde 1999 que debutó en el Palacio de Bellas Artes se ha convertido en una artista reconocida mundialmente y que la ha llevado a casi todos los parajes de este mundo: De Yucatán a Emiratos Árabes Unidos, de Álamos a Porto. Ataviado con un vestido brillante y bellísima, la voz de Eugenia retumba por las paredes del Palacio, como una tersa marea en un playa en la orilla del mundo, “Del drama al amor” es un repertorio complejo que va de la precisión academicista de Verdi a la enjundia pasional de José Alfredo Jiménez, santo patrono de la música mexicana (ese hombre que logró lo que intentaron intempestuosamente Octavio Paz, Samuel Ramos, Heriberto Yépez, Alfonso Reyes o Roger Bartra: Definir lo mexicano)

La música emanada del virtuosismo del piano de Sarré gravita por todo el recinto, una invitación a perderse en la música, a comprender que nuestro oído es ese órgano rector de nuestras emociones. Y de pronto la voz tan especial de Eugenia Garza, en el cénit de su madurez artística, que entrega una interpretación sin igual. Su color de voz y su impronta de soprana lírica la convierten en una artista maravillosa, en una voz capaz de seducir al espíritu de aquel que la escuha. La primera parte del concierto, dedicada a Verdi y que cierra con una aria de la ópera Lady Macbeth-y la vida, nuestas vidas, las de todos, bien puede ser encapsulada en la obra shakespiriana- puede ser un breviario de la carrera artística de la soprano.

Tras el intermedio, el concierto adquiere un romanticismo: de la potencia dramática de Verdi a esa sutileza amorosa de Gershwin, donde las manos del maestro Sarre traducen en un lenguaje de amor. “Si Dios me quita la vida” “Lo mismo que a usted” o la icónica “Mundo raro” cierran la noche del sábado entre aplausos infinitos. El oído, hoy, ha vivido varias vidas.