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Vientos de cambio


Como seres humanos tenemos esa extraña fetichización aristotélica de querer esquematizar todo. Hacer inventario de todo lo que nos rodea dentro y fuera de nuestro ser. Hacer taxonomía de todo lo existente y racionalizarlo. Pero en ocasiones, ese encanto por el orden, hace que obviemos e ignoremos esas pulsiones desconocidas que aún tenemos. André Breton, ideólogo del surrealismo, en sus manfiestos, repetía que había ir dejando de lada esa tiranía de querer conocer lo desconocido e integrarlo a ese sistema epistemológico que nos sostiene. Bajo esa premisa debemos hablar de “Vientos de cambio” de Delfos Danza Contemporánea.

4 obras que resumen su larguísima y brillantísima trayectoria. Cada uno de ellos bello y potente a su propia manera. Arrancó “Geografías del cuerpo”, una coreografía de Xitlali Piña y ejecutada por los bailarines: Alexandra Elenes, Johnny Millán, Xitlali Piña, Marco Gómez y Rodrigo Agraz. Vestidos con ropajes que a uno le dan la idea de miembros de algún culto o de guerreros cuasi-medievales, la coreografía-acrobática, sincrónica- es acompañado por una música atmosférica. Vemos el danzar de los cuerpos moviéndose por todo el escenario, como la esencia de la mente de colmena. Se juntan todos ellos y se dispersan, salen de la escena. Hay una belleza macabra en ello.

La segunda pieza es “Náufrago”, coreografía de Víctor Manuel Ruíz. Dos hombres se encuentran en un espacio finito, el marco de ese espacio son barcos de papel. Los hombres se tiran, recorren su jaula acuática de un lado a otro, se encuentran pero no se ven. Basado en el poema “Sindbad el varado” de Gilberto Owen, poeta mexicano. El naufragio tanto en el poema como en la puesta en escena de Delfos no es física ni literal, sino una metáfora bellísima del naufragio del ser humano en sí mismo. El naufragio, pues, se da en la inmovilidad, en el interior de la psique. Al final de la pieza, los dos bailarines han rebasado y destrozado los márgenes de los barcos de papel, desbordados de sus memorias sólo queda salir.

La tercera pieza “Secretos”, creación también de Víctor Manuel Ruíz pone el foco en la mujer. Mujer como concepto y realidad. Las mujeres danzan entrelazándose las unas con las otras. Llevan en la boca algo que les tapa. El silencio, los secretos, aquello que no pueden decir. Es una obra poderosa, llena de virtuosidad corporal pero que tiene un poso y un peso que lacera. Las vemos a ellas tomarse del cabello, voltear, girar, correr, quedarse inmóviles en el suelo. El poema corporal que diseñan en la coreografía y que ejecutan las danzantes se configura como algo ultrasensorial: empatizamos con ellas y comprendemos, aunque sea por un momento, lo que pasa por ellas.

La pieza con la que cierra es “Punto y Línea”. Un ejercicio de sincronía geométrica que embelesa. Vemos, desde fuera, la construcción del orden, una maquinaria de carne y hueso que se tensa y se une. La geometría, según Kandinsky, lleva una tracendencia tácita, una forma de esencialismo que deslinda lo accesorio. “Punto y línea” logra eso. Líneas y puntos danzantes se conforman en el escenario, en una cadencia irrepetible.

Delfos ofreció una presentación única, un recorrido por su evolución artística, multidisciplinar, que iluminó y puso a temblar la noche sonorense.