Si una noche de invierno usted se encuentra sumido en esas dudas esquivas y lacerantes, propias de la época moderna y sus constants tribulaciones, bien haría en sintonizar el concierto de Noche de gala de la soprano Yunah Lee, el barítono, Andrew Stuckney y el pianista, John Milbauer.
El Palacio Municipal fue testigo de un concierto íntimo, poético, donde las voces de Lee y de Stuckney se enredaban con la elegancia en el piano de Milbauer. Arquitectos sonoros de una noche fría en el pueblo de Álamos y que de a poco fue calentándose con los aplausos, las expectativas risueñas de un público enamorado.
¿Qué es poesía?…y tú me lo preguntas…la poesía tiene esa versitilidad. La voz de Lee y luego de Stuckney recitaba los textos de Gustavo Adolfo Béquer. Y luego esas fases del amor: Romanza, Proposición-amor eterno-, Separación, Desolación y Final. Esa tragedia que en voz de Lee y Stuckney adquieren otra dimensión, una más íntima y por ello más afilada. Al centro del corazón.
Pero no terminó ahí el concierto: Dos palabras: Guiseppe Verdi. La Traviata. Obra icónica de la ópera. Autor tótem de la historia. Los artistas de la ópera someten a sus cuerpos a regimenes estrictos. La voz, producto de un sacrificio y del entrenamiento de un músculo, la garganta. Y qué mejor que demostrarla con La Traviata. El piano de John Milbauer como el hilo de Ariadana. Las voces de Yunah Lee y Andrew Stuckney como los faros de la noche alamense. Allá van. A retumbar en las sombras, a iluminar el espacio.
